”, según palabras del propio Spector.
En este sentido, estudios de ciertas tribus indígenas han demostrado que las mujeres que eligen a varios hombres para procrear son más fértiles, y sus hijos tienen mayor índice de supervivencia. La estrategia sería, por lo tanto, la siguiente:
Una vez que una mujer ha establecido una relación duradera con una pareja con quien es socialmente monógama, la fidelidad sexual no es, necesariamente, ventajosa para ella; a menos que su pareja sea el mejor dotado genéticamente, o que el riesgo de ser infiel sea mayor que el beneficio. Así, desde un punto de vista evolutivo, la mejor estrategia para una mujer sería buscar amantes con una carga genética distinta, si el riesgo fuese mínimo. Esto obligaría al hombre a agachar la cabeza, de no ser porque la naturaleza es sabia.
“Esta estrategia solo funciona con un número reducido de mujeres. Si existiera un grado excesivo de infidelidad femenina”, asegura Spector, “los hombres se darían cuenta. Con la consecuencia del abandono e incluso el asesinato de madre y cría. De este modo, un equilibrio entre fieles e infieles, entre castas y promiscuas en la población, puede ser una estrategia clave en el éxito de nuestra especie”.
Permiso para ligar…

Y es que el engaño puede tener varias caras, aparte del sexo internáutico. Un 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus compañeros de trabajo, y dos de cada tres aseguran que tienen pensamientos sexuales con ellos… ¿Acaso es esto infidelidad? Los investigadores distinguen diferentes tipos de devaneos sexuales: el informático (que no va más allá de una webcam), el inocente (que no sobrepasa el coqueteo), el platónico (que no pasa del morreo) y el “plutónico” (que es infidelidad aquí y en cualquier otro planeta). Por eso son tan variadas las cifras a la hora de estudiarlas.
Una reciente investigación del Journal of Couple and Relationship Therapy asegura que entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles. Para la sexóloga Janis Springs, autora de After the affaire, la infidelidad afecta a casi un tercio de las parejas. En promedio, las estadísticas de infidelidad aseguran que el 60% de los hombres son infieles, y que el 40% de mujeres les sigue los pasos. Esto hace pensar que si solo la mitad de las mujeres que son infieles, es decir un 20%, tiene un asuntillo con algún soltero, resulta que en el 80% de los matrimonios uno de sus miembros tiene una aventura. Para Sexole, el primer estudio sobre conductas y preferencias sexuales de usuarios de internet en España, las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%) y también más apasionadas: un 65% exterioriza más las emociones en el momento del clímax, frente a un 27%.Pese a la diferencia en las cifras, todas concuerdan en las tendencias. Mientras la infidelidad masculina se mantiene en una meseta del 50%, la femenina, desde hace unos 20 años, se ha “popularizado” hasta alcanzar –y quizá, gobernar– el hasta ahora feudo masculino del engaño. La periodista francesa Janick de Oliveira Cézar ha escrito, tras 5 años de investigación, el libro ‘Infidelidad’. Para ella, la razón de este incremento de la traición femenina es clara: “Ellas ahora tienen las mismas oportunidades que los varones. Muchas trabajan, y el lugar por excelencia para que se genere un engaño siempre fue el trabajo”. Cuando le preguntamos sobre la carga genética dentro de la infidelidad, Oliveira respondió: “Muchos se sorprenden al enterarse de que las mujeres tienen un gen que las lleva a ser infieles.

La antropóloga Helen Fisher lo describe fantásticamente en uno de sus libros: en muchas especies de animales (entre ellas, varias clases de simios), las hembras se escabullen por los matorrales con los más jóvenes”. Para explícitos, los animales. Menos del 5% de los mamíferos son fieles. Y tampoco estos lo llevan muy bien. Los machos de algunas aves, por ejemplo, cuando ven que su compañera está en conciliábulo sexual, vuelan directamente hacia el pretendiente y lo liquidan. A continuación, inseminan a la hembra. Los que no llegan a tal extremo de celos también tienen sus estrategias. Si un macho de rata o de mono, por ejemplo, ve a su pareja apareándose con otro, la vuelve a inseminar de inmediato. Esta es la razón por la que las ratas, los monos y los hombres, para qué negarlo, se excitan sexualmente al observar a otra pareja realizando el acto sexual.Carrera hacia el óvulo
Al igual que en casi todos los demás aspectos de la sexualidad, el atractivo de la pornografía se debe a una conducta diseñada por la evolución para tener éxito en la guerra de espermatozoides. ¿Qué guerra es esta? La que ha sido confirmada recientemente por investigadores del CSIC. Un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha descubierto que en las especies en las que las hembras se aparean de forma promiscua, lo que provoca la competencia del esperma de distintos machos, el semen presenta mayor calidad. En concreto, se incrementan la cantidad, el tamaño y la velocidad de los espermatozoides. El director de la investigación, Eduardo Roldán, explica: “Al comparar entre sí cuatro especies de ratones, hemos descubierto que, cuando los espermatozoides tienen que competir con los de machos rivales, una mayor proporción de ellos se capacita para fecundar el óvulo”.

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